domingo, 15 de mayo de 2011

Cosas insignificantes

¿Alguna vez te has parado a pensar en el valor de las cosas que tienes a tu alrededor? Es curioso como para una persona que tiene dinero y todos los recursos que quiera a su disposición, un simple trozo de pan puede parecer insignificante, sin embargo, ese mismo trozo sería muy valorado por una persona indigente de la calle, incluso si pudiera quizá lo compartiría con otra persona. El valor de las cosas que nos rodean habita en cada uno de nosotros, en los ojos del corazón de la persona que las mira y no en el valor económico que realmente tienen.


No obstante, a veces estamos tan ciegos que buscamos llenar nuestra vida de cosas valoradas por la mayoría de la sociedad en general, sin darnos cuenta de que esas cosas no nos hacen felices ni mucho menos y perdiendo la esencia de cada uno intentando ser, o mejor dicho tener, lo que tiene el resto para parecernos a ellos. Y eso me parece un objetivo absurdo.


La vida es mucho más que algo material que al final se termina rompiendo, guardando en un recóndito cajón de la buhardilla o incluso cambiando por otra cosa supuestamente mejor o más nueva. Sin embargo los momentos que vivimos no pueden cambiarse sólo por el hecho de que ya los hemos vivido, no pueden guardarse en un cajón ni romperse. Por eso, los pequeños momentos que vivimos son realmente los que nos dan la felicidad. Es muy posible que un simple gesto como cogerte de la mano pueda parecer insignificante desde el punto de vista del resto del mundo, pero a mí, sólo eso, me hace sentir bien y no pensar en nada más. Sólo ahora se que muchos instantes se me hacen insignificantes porque no estás aquí conmigo para vivirlos, pero pronto llegará el día en que esos momentos no vuelvan a parecerme insignificantes jamás. Lo tengo claro.

En definitiva, no convertiré mi vida en la mera búsqueda de lo material, sino en una aventura llena de momentos que sólo serán especiales si estás a mi lado, así dudo que no pueda algún día incluir en mi vida un sustantivo tan complicado de conseguir como es la felicidad.

miércoles, 2 de marzo de 2011

En sueños...

A mi parecer, hay dos tipos de sueños, los sueños en los que estamos dormidos y nuestro subconsciente decide por nosotros y los sueños en los que trabaja nuestra consciencia mientras estamos despiertos pensado en lo que desearíamos que ocurriese en algún momento de nuestra agitada vida.
Un trabajo estable, un viaje a algún lugar recóndito, una persona increíble y que nos ame a nuestro lado,  la felicidad, que te toque la lotería, que la familia esté siempre unida, la paz en el mundo, la erradicación del hambre, el terminar la carrera, ver a tu cantante preferido en un concierto…todo esto son sueños que mucha gente al cerrar los ojos desea que ocurran. Algunos hay que dejárselos sin ningún remedio al destino y al azar. Pero hay otros, por los que se puede luchar para que se hagan realidad y dejen de ser simples sueños que nuestro consciente nos muestra.

El otro día, fue la primera vez que te vi tan cerca. Cogí tu mano, suave y firme, aunque temblorosa por los nervios que mis manos le transmitían. Te dije “me gustan tus manos” aunque lo dije sin dejar de mirarlas y con la timidez de una niña que empieza el cole y tiene que conocer a sus nuevos compañeros. Levantaste la mirada sonriendo, soltaste mi mano y subiste mi barbilla para que nuestras miradas se cruzasen, acechándome y aprovechándote de esa cobardía que me invadía. Fuiste valiente tengo que reconocerlo. Te acercaste a mí mientras yo daba pasos hacia atrás sin dejar de clavar mi mirada en tus ojos. Y cuando me topé contra la pared, ya no podía retroceder más y te quedaste a un centímetro de mí. Me susurraste “y a mí me gustas tú” y sin pensártelo me diste un beso en los labios que me dejó paralizada pero que me encantó. En ese momento, me desperté de ese sueño en el que mi subconsciente tenía el poder, me encontré con esa cruel realidad de que no estuvieses a mi lado, pero con la dulce sensación de llevarme ese regalo aunque sólo fuese en sueños.
A pesar de todo, me gusta soñar y quiero seguir haciéndolo, ya que mis sueños suelen ser generosos conmigo y terminan haciéndome sonreir, como ultimamente.

martes, 15 de febrero de 2011

Palabras que empiezan por “D”

Destino y distancia, dos palabras tan distintas que comienzan con una misma inicial, esa inicial por la que comienza el deseo, deseo de que se acorte la distancia y el destino algún día nos una.
La primera, es ese camino con tantas direcciones que no sabes cuál de ellas va a seguir tu vida por mucho que intentes decidirlo. Eso sería lo fácil, decidir nuestro destino, pero si eso fuese así la vida no tendría sentido porque cada marinero ya iría navegando rumbo a lo que se propone sabiendo que va a llegar a su meta y sin esforzarse por hacerlo se encuentre lo que se encuentre a través de ese mar lleno de obstáculos en el que vivimos las personas. Por eso, prefiero ser yo y luchar contra todo lo que se me ponga por delante para conseguir mis sueños, es más duro, lo se, pero prefiero conseguir las cosas con mi propio esfuerzo, de todas maneras, no puedo elegir.

La segunda, tiene solución, porque es una simple magnitud que se puede reducir según las circunstancias, aunque a mí es una palabra que me hace daño. Porque es la que me impide poder mirarte a los ojos para saber lo que sientes y si este mundo de colores en el que me envuelves es real o es pura ficción como si de una película se tratase.
                                      
Por el momento, se que tengo que seguir conviviendo con esa inicial en las palabras que rondan por mi mente, deseando que algún día, el Destino me lleve a ti y la Distancia se reduzca a nada, porque en ese momento se que pase lo que pase,  sonreiré.  


"Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños."
Pablo Neruda

miércoles, 29 de diciembre de 2010

...Huellas sin ti...

Podría caminar unida a mi soledad por orillas de playas desiertas, con mis pies abriéndose paso por la arena y mis huellas dando sentido a cada paso que doy, pensando que son nuestros corazones quienes van de mi mano y engañándome a mí misma con ese frágil pensamiento.
Miro al horizonte hundiendo mi mirada para que nadie lea la tristeza que reflejan mis ojos, para  que nadie comprenda cuánto puede sufrir un sentimiento cuando no es correspondido, para que nadie aprecie mi temor de tener que olvidar para siempre lo que significa tener a esa persona especial… tanto, que ni las voces de los más cercanos consiguen que me distraiga de la distancia que me separa de ti y de tu interior.

Transito en silencio por mi mundo de colores tristes imaginando que cada huella que aparece en la arena tras mis pisadas es un impulso de tu corazón que te dice que vuelvas de nuevo a mi lado, ilusionándome al querer  sentirte cerca otra vez,  y derrumbándome al volver la mirada atrás y ver como cada una de esas huellas, es borrada por cada nueva ola que trae el mar, recordándome de nuevo que así se borraron tus sentimientos.

Por eso,  al levantar la mirada, observo el crudo silencio de este momento, y me doy cuenta de que sólo puedo soñarte en un arrebato de magia y esperanza, lejos, muy lejos de esta playa en la que un día te abracé y donde ahora paseo acompañada por mi soledad en un intento certero de no olvidarte.

Y en silencio, grito tu nombre para que siempre quede en mí el recuerdo y la nostalgia de todo lo que hemos vivido. Sólo así, salvaré nuestra historia de un mundo lleno miradas intolerantes que nunca llegarán a comprender lo mucho que todavía te quiero.